PRESENTACIÓN




Dice el escritor Javier Reverte que viajar es la mejor vacuna contra la xenofobia. Antes de llenar nuestras maletas para viajar a otras culturas es necesario vaciarlas primero de prejuicios y estereotipos, etnocentrismos, miedos e inseguridades. Hacernos permeables a lo diferente, no ver lo extraño como una amenaza. Viajar y amar: no tratar de imponer al otro nuestras ideas, aceptar la posibilidad de que, tal vez, estemos equivocados. Pero también huir de la exaltación de lo exótico, aprender a ser críticos: con la intolerancia, con la injusticia. Con la pobreza y con el fanatismo. Y, finalmente, pasar de las palabras a la acción: transformar la crítica en solidaridad.

En las últimas décadas, Occidente ha vuelto la mirada a Oriente en busca de respuestas a la insatisfacción que genera una visión del desarrollo con un énfasis casi exclusivo en lo material. Sin embargo, al viajar a países como India, Vietnam o Camboya, al acercarnos a sus gentes, de alguna forma no podemos evitar sentirnos miembros de una casta superior, la del primer mundo rico y desarrollado, y sentirnos impelidos por una cierta obligación moral de ayudar al prójimo. Pero la serenidad que transmiten en su mirada y, sobre todo, su gran riqueza espiritual, hacen que algo se agite en nuestro interior y, desde ahí, tal vez surjan algunas preguntas: ¿Quién es el rico y quién el pobre? ¿Acaso no necesitamos también nosotros su ayuda?

Estas imágenes pretenden ofrecer una visión sobre la integración de la espiritualidad en la vida cotidiana de los pueblos y ciudades de Asia, buscando esa espiritualidad no sólo en los templos y monasterios sino de manera especial a pie de calle, más allá de las formas y los rituales, en la mirada de la gente corriente: miradas que insinúan los senderos recorridos del alma, que hablan tal vez de una paz interior conquistada, que expresan en silencio las alegrías y tristezas vividas. Y prestando una atención más detenida a los sectores más desfavorecidos de la sociedad, a los excluidos, como los intocables de la India, seres humanos que, pese a haber sufrido durante años la injusticia de la exclusión y la humillación de ser considerados impuros por naturaleza, han sabido mantener en la mirada la humildad, el agradecimiento sincero y, en definitiva, el valor de la dignidad. Gentes en las que se da de manera muy significativa esa curiosa paradoja de poseer una gran riqueza interior pese a sus evidentes carencias en lo material.

En estas imágenes, la fotografía tiende un puente entre “nosotros” y “los otros”.  Observando sus rostros dejaremos que sus miradas se posen en nosotros, para en ese intercambio comprender tal vez que compartimos las mismas alegrías y tristezas, los mismos miedos y esperanzas. La fotografía  como un espejo que nos revela nuestra alma en la mirada del otro, dejando al descubierto lo ilusorio de esas diferencias que establecemos y que nos separan de otros seres que habitan nuestro mismo planeta.  

El propósito es que, a través de la fuerza y la expresividad de las imágenes, nos cuestionemos cuál es para nosotros el verdadero sentido de la riqueza y se provoque una reflexión en torno a la necesidad de integrar la espiritualidad en nuestro día a día. Al fin y al cabo, ¿qué es la espiritualidad, sino ayudar desinteresadamente a los demás, sin distinción de razas, credos, color, género, clase o nacionalidad? ¿Qué es sino un profundo sentido de unión con la naturaleza, de respeto por todas las formas de vida, sea mineral, vegetal o animal? ¿Qué es sino descubrir en uno mismo el origen último de la felicidad?

Contemplar una fotografía, volver la mirada hacia nuestro interior… y observar.